Cuando era adolescente y me preparaba para cursar en la Facultad de Periodismo de La Plata, todas las semanas compraba ‘Estrella Roja’, la revista del PRT-ERP, y también ‘El Caudillo’, la revista de la ultraderecha peronista que amenazaba de muerte a opositores desde sus páginas.
Los kiosqueros me miraban raro. No parecía un lector-tipo de ninguna de las dos publicaciones. Más bien, con mi melena enrulada y anteojitos hippie, parecía un consumidor de la revista ‘Pelo’. Que también compraba, claro.
¿Por qué lo hacía? Por si me paraba la policía, que no era muy amable en el período 1973-1975 si uno se paseaba alegremente por la calle con revistas ‘subversivas’ bajo el brazo. Mi excusa era que estudiaba periodismo y que debía leer de todo para hacer trabajos en la facultad.
Era un muchachito audaz, pero no comía vidrio.
Por esa curiosa razón, leí casi todos los números de la tenebrosa revista cuyo nombre completo era ‘El caudillo de la Tercera Posición’.
La dirigía Felipe Romeo, activo militante de la ‘Guardia Restauradora Nacionalista’ escindida por derecha de ‘Tacuara’, y fundador de la ‘Jotaperra’ (Juventud Peronista de la República Argentina) para enfrentar al zurdaje de la ‘JP de la Tendencia Revolucionaria’.
Su consigna editorial, repetida a lo largo de sus páginas, era: “El mejor enemigo es el enemigo muerto”.
No eran amigos de la metáfora.
En la facultad solo duré tres meses y de La Plata fui directo a la redacción de ‘Siete Días’. La colección de ‘Estrella Roja’ y ‘El Caudillo’, junto a muchos libros y hasta discos, fueron incinerados en la parrilla de mi casa de Avellaneda cuando me tocó ser soldadito de la patria en 1976.
Había que tener cuidado y salir vivo de ésa.
Conocí bien el brutal estilo de ‘El Caudillo’, su increíble doble página central firmada por Felipe Romeo donde se instruía para la violencia a los partidarios y se amenazaba de muerte a medio mundo ‘de la contra’ repitiendo una misma fórmula como título:
• ‘¡Oíme Jacobo!’ (para Jacobo Timerman, director de ‘La Opinión’).
• ‘¡Oíme chupatintas!’ (para Heriberto Khan, editorialista de ‘La Opinión’).
• ‘¡Oíme judío marxista!’ (para José Bel Gelbard, ministro de Economía de Perón).
• ‘¡Oíme sinarca internacional!’.
• ¡Oíme bolche inmundo!’.
Todo así.
También tenía una sección ‘de servicio’ para la búsqueda, escrache y posterior “castigo del enemigo”.
Se llamaba: ‘¡Buscado!’.
Allí se publicaba la foto de un ‘zurdo’, se detallaba su ‘prontuario’ y directamente se invitaba a la acción: “Compañero, ya lo conoce: grábese esta cara para reconocerlo cuando se lo cruce”.
‘El Caudillo’ sugería cortar cabezas, brindaba la información necesaria y después aplaudía y reivindicaba a quienes las hacían rodar.
Un metodología siniestra.
Javier Milei –que es un abismo infinito de errores y disparates, pero sigue siendo el presidente de la Nación– se ha propuesto repetir en sus redes sociales –aún con su estilo viscoso, histérico, fofo, encapsulado– ese tipo de amenaza directa, salvaje.
Milei se convierte, poco a poco, en ‘El Caudillo’ del siglo XXI.
Qué porquería.
“Creo que la gente no odia lo suficiente a estos sicarios con credencial de supuestos periodistas. Si los conocieran mejor los odiarían aún mucho más que a los políticos”, escribe Milei, que ya no se refiere solo a ‘esos zurdos mandriles que van a correr’, sino que habla de periodistas de ‘Clarín’, ‘La Nación +’ y ‘TN’, todos medios de centro derecha y derecha.
Milei llama ‘ensobrados’ a todos los periodistas que no pertenecen al reducido círculo de amigos incondicionales que fingen hacerle reportajes por empatía ideológica, seguramente desinteresada: Luis Majul, Joni Viale, Esteban Trebucq, Horacio Cabak o Alejandro Fantino.
Y así las cosas.
En la noche del lunes 21, en un hotel céntrico, Roberto Navarro, periodista de Economía y dueño del multimedio ‘El Destape’, fue brutalmente agredido.
Según contó Ari Lijalad, miembro de su staff, el ataque comenzó cuando un hombre lo agredió a los gritos. Enseguida, por la espalda, apareció otra persona –aún no identificado– y lo golpeó brutalmente en la cabeza, a la altura de la nuca.
Ese mismo día lunes por la mañana en su editorial, Navarro advertía sobre las consecuencias que podría provocar la espiral cada vez más violenta de ataques a la prensa del presidente Milei.
Por eso pedía que todos se solidaricen con los colegas agredidos que no pertenecen, justamente, a la misma línea editorial de ‘El Destape’.
“Si esto sigue así, y se fomenta la violencia desde arriba, cualquier cosa puede pasar, cualquiera puede ser el próximo”, decía, sin saber que hablaba de sí mismo.
Navarro quedó internado en observación por 48 horas, con un hematoma en la cabeza y dificultades para hablar.
Imposible no conmoverse. Solo queda repudiar la brutal agresión, acompañarlo, y desearle una pronta recuperación.
Otra vez el dejá vú, el Eterno Retorno Argentino, la historia circular de un país que repite sin piedad su espiral violenta y destructiva.
Hay que parar con esta salvajada miserable antes que sea demasiado tarde, compatriotas.