No es que el presidente está a cargo: el management está a cargo. Yo tengo la responsabilidad política de la compañía. Es una empresa que cotiza en bolsa y, al hacerlo, tenemos todos los números transparentes para que el público decida si invierte o no en base a la actividad. Siempre digo que vendemos confianza: somos el custodio universal de todos los títulos y valores en Argentina, y usamos la tecnología para eso.
Estamos en una circunstancia de país con un potencial interesante porque ahora hay que financiar la economía real. Antes, todos trabajábamos indirectamente para un Banco Central que absorbía gran parte del dinero de los bancos y del mercado. Mucho del volumen era bonos ajustados por inflación o dólar linked. Ahora, si hay superávit fiscal, el Central necesita menos financiamiento y eso abre paso a la economía real.
P.: ¿Cómo califica el nivel de educación financiera en Argentina? ¿Somos un país que conoce de inversión?
C.Z.: Por ADN, el argentino tiene mucha educación financiera. El taxista conoce el valor del dinero, todos saben lo que es la inflación y entienden la definición de valor presente. No tengo que explicarlo. El problema es el miedo, porque el argentino fue estafado muchas veces: inflación, plazos fijos que no cubrieron, contratos de alquiler que no sirvieron.
A eso se suma la falta de institucionalidad: no se confía en la Justicia, en el poder político ni en los medios. Un cheque, una hipoteca, un título valor son instituciones, pero la gente no confía. El mayor problema es cultural: la desconfianza que tenemos entre nosotros. Y no es que el de afuera no confíe: el argentino tiene más plata afuera que en el país, declarada.
P.: ¿Cómo reacciona el mercado de capitales con superávit y baja de inflación?
C.Z.: Antes el mercado funcionaba como cobertura: las notas en medios eran sobre cómo cubrir los pesos o protegerse de la inflación, comprando CEDEARs, dólar MEP, haciendo rulo, etc.
Mi perfil y mi formación como Licenciado en Administración de Empresas me llevan a enfocarme en la economía real. Ahora tengo que convencerte de invertir en una obligación negociable de una pyme o en una acción.
P.: ¿Qué apreciación realiza sobre las críticas acerca de cómo se lleva a cabo el ajuste fiscal?
C.Z.: El mercado de capitales financia a largo plazo. La infraestructura, por ejemplo, debería financiarse por esta vía, porque es un compromiso de largo plazo. Si no, el contribuyente actual paga una obra que no va a usar. Antes no lo teníamos porque no había moneda a largo plazo. El solo hecho de poder hablar de plazos de 6 meses o un año ya es un avance. Y si Argentina deja atrás la inflación y mantiene el superávit, el mercado de capitales tendrá un lugar clave.
P.: El FMI calcula déficit de 1,2% al considerar los intereses de las LECAPs, donde el Gobierno ve superávit. ¿Cómo se posiciona frente a esa diferencia?
C.Z.: Es una cuestión de metodología. Si siempre se mide de la misma forma, se puede comparar la evolución, aunque los números sean distintos. Lo que importa es la consistencia en la medición, no tanto si a un organismo le da superávit y a otro déficit.
P.: El Gobierno busca repatriar fondos para volcarlos a la economía real. ¿Qué condiciones se necesitan para lograrlo?
C.Z.: Eso lo va a dar el tiempo. La confianza se gana con actos. No solo depende del Ejecutivo: hay tres poderes y todos tienen que funcionar bien, no uno solo.
P.: ¿Se trata de otro blanqueo?
C.Z.: No lo veo como un blanqueo: si alguien tiene plata afuera y paga sus impuestos, el país recauda. Incluso afuera se pagan más impuestos que en Argentina. Mientras esté declarado, cada uno es libre de usar su capital como quiera.
P.: En este contexto, ¿qué cambió desde la propuesta de dolarización al programa monetario actual?
C.Z.: Hoy estamos en lo que el Gobierno llama “dolarización endógena”. Según cómo se defina, puede verse como un proceso por etapas: primera, segunda, tercera… y al final el ciudadano elegirá en qué moneda quedarse.
Si mirás los depósitos en plazo fijo, en dólares, y la relación entre reservas y cantidad de pesos, hoy estamos mucho más cerca de dolarizar que antes. Quizás el peso sigue teniendo sentido porque los salarios se pagan en pesos, pero se hicieron los deberes previos.
Con el Banco Central pasó algo similar: antes de cerrarlo había que sanearlo, de lo contrario se perjudicaba a la gente. La deuda del Banco Central era deuda de todos, y se la ordenó.
P.: ¿Le parece más conveniente dolarizar o mantener moneda propia con buena política monetaria?
C.Z.: Prefiero tener moneda propia con muy buena política monetaria. Si la política monetaria es sana, no necesitás dolarizar. La dolarización es como ponerle un cuchillo en el volante a un conductor distraído: evita ciertos errores, pero no te protege de todos los riesgos.
Para dolarizar, además de credibilidad, hay que tener un orden fiscal muy manejable. En la década del 90 se intentó sin cumplir estas condiciones. Si sos ordenado fiscalmente, la moneda vale.
P.: En las últimas semanas hubo volatilidad cambiaria, amortiguada por la suba de tasas. ¿Síntoma de insostenibilidad o cuestión coyuntural?
C.Z.: Lo más importante es la confianza. El ancla más fuerte es el superávit fiscal. Cuando se aprueban leyes que pueden generar déficit o se judicializan decisiones, aparece ruido y temor a que se pierda ese ancla.
Si el Gobierno no emite más, como ocurre ahora, el tipo de cambio puede mantenerse sin trasladarse fuertemente a precios. El salto reciente respondió a ruido político, mayor cantidad de pesos y dolarización de carteras, pero si el traslado a precios es bajo, es señal de que se acomodó la situación.
P.: ¿No cuenta lo que algunos analistas señalaron como “falta de timing” en el desarme de las LEFIs?
C.Z.: El desarme de las LEFIs pudo haber tenido un problema de timing, pero a mí no me gusta juzgar el tiempo de las medidas del equipo económico. Yo no veo un riesgo sobre los fundamentos de la economía y eso e slo importante. Para muchos, era más cómodo prestarle al Banco Central que a una empresa o al Tesoro. El cambio llevó a que algunos prefirieran quedarse líquidos.
Si esta volatilidad se mantuviera, sería un problema para la economía real. Pero si es transitoria, es un ajuste que el mercado absorbe.
P.: ¿Hasta qué punto el carry trade puede sostener la estabilidad del tipo de cambio?
C.Z.: Es distinto al pasado. Antes el Banco Central, dueño de la maquinita, ofrecía colocaciones sin riesgo. Hoy, para hacer carry trade, hay que comprar un bono, que puede subir o bajar de precio. Cuando sube la tasa, baja el precio del bono. Por eso no es un negocio sin riesgo: la tasa de interés está en función del riesgo asumido.
P.: El Gobierno compra dólares por encima de $1300 para acumular reservas, pero cuando estaba más cercano a los $1000 desestimaba esta opción. ¿Por qué?
C.Z.: La decisión fue que el Banco Central no interviniera, salvo que el dólar tocara el piso de la banda, pero el Ministerio de Economía sí puede comprar. La diferencia es que Economía no emite: compra con superávit.
Esto estaba acordado con el FMI. El Central tiene como función principal cuidar la moneda, y en este esquema esa tarea está más acotada. Economía compra dólares cuando tiene margen, como ocurrió recientemente.
P.: ¿Qué peso le da el mercado al factor político y a la conformación del Congreso?
C.Z.: Primero, nadie es “el mercado”: el mercado somos todos. No existe una sola voz que hable por él. Lo que importa es qué piensa la mayoría de la gente. Una vez, en una ronda con inversores extranjeros, me dijeron: “A mí no me importa lo que hace un gobierno, me importa si la sociedad avala o no avala”.
No es cuestión de un partido u otro, sino de acuerdo en las cosas básicas. Hay países de izquierda y de derecha que crecen si hay consenso. En Argentina, durante mucho tiempo, la mitad quería ir para un lado y la otra mitad para el otro. Si el 70% va hacia una misma dirección, no importa tanto la velocidad ni los modales: hay una visión común. Si hay división, la inversión se frena porque no se sabe hacia dónde va el país.
P.: ¿Argentina podría financiarse en el exterior en 2026?
C.Z.: Debería hacerlo. Es clave para la economía real y para las pymes. Hoy Argentina tiene uno de los menores ratios de deuda/PBI de la región. No es un problema de stock, sino de acceso al crédito. Para volver a financiarse, el riesgo país debería bajar a 450-500 puntos básicos. Eso puede lograrse con elecciones ordenadas, mejoras de calificación crediticia o señales de continuidad fiscal.
P.: A propósito de esto último que menciona, ¿cómo ve la dinámica del crédito?
C.Z.: El crédito ya venía frenado. Más que el valor del tipo de cambio o de la tasa, hay que mirar cómo impacta en la economía real. Si por esta volatilidad se frena el crédito, sí puede haber un efecto negativo. Pero si el movimiento dura unas semanas y se estabiliza, no debería tener un impacto duradero.