La luz de la mañana entra generosa por las ventanas del aula y hace brillar a las bolsas plásticas de colores que se acumulan en las mesas de trabajo. En ese espacio, unos 20 estudiantes secundarios se mueven con pasos graciosos y ajustados: miden, cortan, ajustan moldes, planchan, cosen. Así trascurre una jornada cualquiera en la Escuela Técnica Nº 539, de barrio Roberto Fontanarrosa, en el noroeste de la ciudad, donde se desarrolla un innovador proyecto de reciclado de plásticos a través de la técnica de termofusión con la que crean objetos de diseño que van desde bolsos y billeteras, hasta pilotos y capas de lluvia. Y mientras trabajan, sueñan con lograr algún ingreso para mantener el edificio de la escuela.
El proyecto comenzó a gestarse a fines del año pasado, por pura necesidad. Los alumnos de primero y segundo año habían montado una serie de actividades lúdicas para sensibilizar sobre el dengue y no tenían materiales para armar los trajes que requería la puesta en escena. Entonces, una docente propuso utilizar los papeles de los alfajores y galletitas que los alumnos consumen en la merienda para diseñar el vestuario de los malvados mosquitos Aedes Aegypti y los superhéroes que los combatían.
Posibilidades del reciclaje
Esa fue la primera chispa que les permitió descubrir la importancia y las posibilidades que brinda el reciclaje de residuos. El año siguiente se propusieron embanderar la escuela y entonces aprendieron los rudimentos de la termofusión, el proceso que permite mediante el uso del calor unir piezas de plástico. Así nacieron las banderas celestes y blancas confeccionadas con de envases de leche, de galletitas y de bolsas de regalos que todavía adornan las paredes del colegio.
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Pero el gran salto llegó cuando los estudiantes de la escuela fueron seleccionados en el marco del «Fondo Jóvenes en Acción Climática Rosario», que financió con 100.000 dólares 22 iniciativas relacionadas con el mejoramiento del ambiente. La escuela de barrio Fontanarrosa recibió 4,5 millones de pesos y con ese dinero pudieron comprar dos termofusionadoras, tres máquinas de coser y pinzas para poner broches. Con todo eso montaron el luminoso taller donde todas las mañanas trabajan los alumnos de cuarto año.
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Reciclaje de alto vuelo
«Ganar el concurso fue emocionante. Nunca pensé que íbamos a llegar tan lejos«, dice Sofía Meza, una de las alumnas de cuarto año de la escuela, sin dejar de mirar la extensa tela plástica que tiene en su mesa y que cuando termine la charla se transformará en una de las mangas del piloto que está diseñando.
Para presentarse a la convocatoria lanzada por el municipio, y financiada por organismos internacionales, Meza y sus compañeros debieron redactar una propuesta, presentarla y someterse a la evaluación de un jurado. «Nuestro objetivo es reducir los residuos y fomentar su reutilización, promoviendo la sostenibilidad y la conciencia ambiental«, suma otra estudiante, Ingrid Mansilla, y explica que «existen sobradas evidencias de las consecuencias del cambio climático» que «obligan a que todos nos involucremos en el cuidado del ambiente».
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Además de la cuestión ambiental Iris Aquino destaca que la propuesta les da la posibilidad de usar la imaginación. «Diseñar es lo que más me gusta», suma. Y Joaquín Nievas asegura que está sorprendido con todas las cosas que se pueden hacer a través del reciclaje. «Es como darles a las cosas una segunda vida» y destaca el clima que se vive en el taller donde «la convivencia es buena, nos conocemos y nos ayudamos«.
Todos los estudiantes participan del proyecto de forma voluntaria, lo mismo que los tres docentes que están al frente de la propuesta: Celina Cassane, Roque Vázquez y Gabriela Arabia.
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Una escuela para cuatro barrios
La Nº 539 es la única escuela secundaria pública que existe en cuatro barrios que en los últimos 20 años fueron creciendo sin prisa pero sin pausa en el noroeste de la cuidad: Fontanarrosa, Villa Olímpica, Cristalería y Municipal. El moderno edificio de cemento y vidrio ocupa casi un cuarto de manzana en la calle Oncativo al 2700. Allí estudian unos 900 alumnos.
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La escuela lleva el nombre de José Balseiro, el primer director y uno de los fundadores del entonces llamado Instituto de Física de Bariloche, uno de los pilares de la energía nuclear en el país, que promovió la investigación de la disciplina, la ciencia y la tecnología como parte de una política de Estado.
Hacer mucho con poco
El proyecto para reciclar plásticos y bolsas mediante termofusión, modestamente, intenta recrear algo de aquel espíritu: hacer mucho con poco. «Las bolsas plásticas son un elemento altamente contaminante y representan la mayor cantidad de desechos que llegan a los basurales. Con la termofusión podemos crear ecotelas y producir distintos productos. El límite lo pone la imaginación«, describe Arabia y afirma que «los envoltorios que habitualmente consideramos desechos tienen un enorme potencial para ser transformados en productos útiles», apunta Arabia.
La docente destaca también que la iniciativa no sólo apunta a la participación de los alumnos sino que busca involucrar a todo el barrio. «Ya visitamos dos escuelas primarias para contarles lo que hacemos y pedirles que nos guarden las bolsas. Lo mismo hacen los alumnos en sus casas y visitamos la feria del barrio dos veces para mostrar lo que hacemos», cuenta la docente.
La semana pasada también participaron de la primera Semana del Clima Rosario, uno de los eventos que formó parte de la agenda oficial rumbo a la 30ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se celebrará en Belém (Brasil) desde el 10 al 21 de noviembre próximos.
Remeras institucionales
Y el proyecto va por más: el año próximo junto a la cooperadora de la escuela y usando los equipos del taller quieren producir remeras institucionales con el objetivo de venderlas y poder generar fondos para el mantenimiento del edificio escolar.
Pero esto será ya otra historia.
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