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@egarabet
El Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano (COPUB) difundió un estudio de opinión pública acerca de cómo evalúan los porteños los servicios de transporte y los domiciliarios en la Ciudad.
Casi la mitad de los encuestados —el 42%— señaló que el subterráneo es el servicio de transporte que brinda el mejor servicio. Lo atribuyen a su regularidad y previsibilidad en un contexto urbano donde el tránsito en superficie suele colapsar.
Lo sigue el colectivo, con las preferencias del 25% y el tren con otro porcentaje similar.
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Estos, justamente, concentran la mayor proporción de críticas (el 43%).
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Las razones son demoras, falta de frecuencia y deficiencias en la infraestructura, que explican por qué son percibidos como el eslabón más débil del sistema.
El trabajo fue realizado a fines de agosto y se relevó una muestra de 450 casos.
El relevamiento también consultó sobre qué medidas serían prioritarias para mejorar el transporte. La respuesta fue contundente: aumentar la frecuencia. Más que obras de gran escala o incorporación de nuevas tecnologías, los porteños reclaman que los servicios actuales circulen más seguido y con menos interrupciones.
Los porteños piden aumentar las frecuencias de los medios de transporte.
El sondeo también avanzó sobre la calidad de los servicios domiciliarios. Allí, la electricidad quedó señalada como el peor servicio por cuatro de cada diez encuestados. En los últimos años, los cortes de luz y la inestabilidad en el suministro se convirtieron en una queja recurrente, incluso en barrios donde históricamente no se registraban mayores problemas.
El pedido más reiterado para mejorar la situación no pasa por nuevas inversiones visibles para el usuario, sino por algo más elemental: un control más estricto de las empresas prestatarias. La percepción generalizada es que las compañías no enfrentan consecuencias proporcionales a las fallas que cometen.
El estudio también muestra un fuerte malestar con los mecanismos de atención al cliente. Siete de cada diez personas afirmaron que, al presentar una queja, no reciben una respuesta adecuada. Y la insatisfacción es aún mayor cuando se trata de compensaciones por fallas: casi ocho de cada diez consideran que no son justas ni suficientes.